EL FUTURO DE LAS PANDEMIAS
UNA AGENDA PARA LA VACUNACIÓN UNIVERSAL EN LATINOAMÉRICA
"La pandemia golpeó a América Latina con más fuerza que a otra región del mundo, tanto en términos de muertes per cápita como de contracción económica. Casualmente, América Latina ya era más desigual que cualquier otra región del mundo antes de que el virus golpeara.”
Gabriela Bucher, Oxfam
A casi tres años de la declaración de pandemia COVID-19 y cuando parece que el planeta está olvidándose del virus, se vuelve imprescindible hacer un alto y ampliar la visión de lo que ha significado para Latinoamérica.
Pertenecemos a la región más golpeada por muertes durante la pandemia. 27 de cada 100 muertes registradas en el planeta se dieron en América Latina, cifra que se vuelve escandalosa si la comparamos con este dato clave: solo 8 de cada 100 habitantes del globo son latinoamericanos. Nuestros sistemas de salud, históricamente debilitados por una muy baja inversión (5-6% del PIB), no fueron suficientes para contener el efecto mortal de la enfermedad.
El impacto en vidas ha sido brutal, pero no ha sido el único: la aparición de la pandemia golpeó con fuerza los sistemas de sociales y económicos, provocando que esta región -la más desigual del globo en términos de riqueza - esté sufriendo ahora de una fuerte contracción económica y que la brecha de la desigualdad se haya expandido.
Si bien es cierto, la pandemia hizo tambalear incluso a los países más ricos del planeta, los efectos destructores para nuestra región eran en buena medida, evitables. Entramos a esta lucha en condiciones de desventaja.
La asimetría en las capacidades de negociación de las vacunas, tanto de la región a nivel global como entre países a nivel regional, fueron determinantes para marcar quiénes sí pudieron protegerse de la COVID-19 y quienes, aún hoy, no cuentan ni con dos dosis. Las vacunas para la región llegaron pero lo hicieron tarde, cuando los países con mayor poder de negociación y compra ya habían acaparado más de lo que sus poblaciones necesitaban.
Sumemos a ello que los sistemas de salud pública regionales, casi inexistentes a causa de modelos neoliberales, forzaron a que las personas tuvieran que hacer uso de su escaso poder adquisitivo para enfrentar la enfermedad, debilitando sus finanzas y aumentando los índices de pobreza.
Y para tapar el pomo, existe un modelo de patentes y producción de insumos sanitarios que funciona como un cuello de botella que favorece a las grandes farmacéuticas, haciéndonos olvidar que el acceso a vacunas y tratamientos es un derecho humano y no un bien mercantil para enriquecer más a quienes más tienen.
Es por lo tanto, necesario que este momento de quiebre sirva para repensarnos como región. Construir acuerdos que nos permitan dar los primeros pasos, como el establecimiento de un esquema de vacunación universal que no solo sea un escudo ante otro embate masivo de mortalidad, sino que nos permita atajar los otros efectos de una crisis sanitaria.
Se hace urgente plantarnos ante el mundo como una región unida, con capacidad de negociación y articulación, armada con mecanismos de gobernanza regionales y globales que igualen nuestras condiciones para la obtención de bienes públicos.
La pandemia ha sido una crisis sanitaria que nos ha demostrado el efecto expansivo de la desigualdad, detonando tras de sí más crisis de carácter económico, social, de cuidados e incluso, de medio ambiente .
No ha sido poca cosa y las condiciones bajo las que se ha dado no pueden volver a repetirse.